Con cámaras, celulares y hasta binoculares que se vendían en las puertas del estadio, más de 16 mil fans poblaron el estadio de Fútbol de Unión para cumplir un sueño: comprobar que Ricardo Arjona es un ser de carne y hueso y escuchar de sus labios el romanticismo que nutre sus canciones.
El guatemalteco llegó a estas llanuras para presentar su último álbum, “5to. Piso”, con el mismo show con el que por estos días recorre escenarios latinoamericanos. La puesta fue un condominio multimedial con bar y barbería, farolas, violinistas en los tejados y el edificio donde el cantante confiesa que “vivo” y “no consigo sonreír”.
Cómplices
Con la complicidad construida a fuerza de cantar íntimas confesiones, retomó la conquista y redobló la apuesta: con quinteto de cuerdas y toque sinfónico cantó “Quiero”, “Dime que no”, “Como duele” y “Cuándo”, que se alimentaron del éxtasis latente del recurso de hilar las últimas frases con las primeras.
Para envidia de quienes vivieron el show en las gradas del estadio, a más de cien metros, Ricardo identificó desde lejos a quien sostenía tres globos blancos y le pidió un favor: que busque a una “señora mayorcita” cerca suyo. La afortunada que pasó a la historia fue la “mujer de blusa blanca” a quien invitó a subir al escenario, la sentó en la mesa del café y le cantó -para envidia de todas-, “Señora de las cuatro décadas”. Mientras, a modo de homenaje, pasaron rostros en pantallas de otras señoras que pasaban los treinta y estaban presentes en el recital.
En términos de “contagio de una enfermedad que todos padecimos o vamos a padecer”, el clímax fue in crescendo y echó raíces en el “mal de amores” con “Te conozco”, para luego reavivar la fiesta con “Ni tu ni yo” -que Arjona cantó junto a una virtual “Paquita la del barrio”- y “Si el norte fuera el sur”.
Tras arrancar lagrimones con “El problema” se sentó al piano y, predispuesto a complacerlas, recordó “hice un compromiso que voy a cumplir”, preguntó y cumplió con los temas pendientes: “Niña buena”, “A tí” y “El reloj”, que cantó con el público, en forma de karaoke.
Inmersas en el éxtasis, con la sonrisa de quien asume el placer de la mentira complaciente, ellas -las 16 mil-, se mantuvieron por un instante inmóviles. Con el maquillaje corrido, agotadas tras la entrega, con cámara en mano dos amigas se unieron en un reproche -“cómo no lo filmamos”-, con la inútil negación de lo efímero de los intensos amores.